Desaparecí de Ibiza demasiado pronto para que muchos de quienes me habían conocido pudieran observar la transición a adulto. Incluso parientes.
Porque por aquel entonces los niños no eran entes individuales, sino una masa informe. Hay que sacar a los niños del safareig. Los niños, que no entren a casa con los pies llenos de barro. Ya se están peleando otra vez los niños.
Y a nuestros ojos, los padres eran también parecidos. Quizá alguno con bigote. O con puro. Leyendo el periódico o avivando el fuego de la barbacoa los domingos. Más o menos despiadado, pero todos un poco lo mismo.
Seguir leyendo en Diario de Ibiza