En medio de la devastación del planeta, los líderes mundiales asistentes a la cumbre del G-20 celebrada en Roma, han tenido ocasión de dejarnos imágenes de celebración y jolgorio.
Mi favorita —llámenme romántica— es cuando, como cualquier turista en la ciudad eterna, han visitado la famosa Fontana de Trevi y han lanzado una moneda para pedir un deseo.
De todos es sabido, los deseos se guardan en secreto, pero ¡ay, las miradas! Las miradas las recogen los objetivos todopoderosos y han captado a Angela Merkel mirando embelesada a Pedro Sánchez hasta que él le ha devuelto la mirada y la sonrisa, que ella ha respondido con un gesto tal que de «Tú, yo y la Fontana di Trevi, ¿qué más se puede pedir?», que él debería haber aprovechado para reclamar, por ejemplo, que acordaran algo más conciso que una limitación del calentamiento global a 1,5 grados. Ya se lo he advertido: soy una romántica.
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