Google me ha traído noticias de un lejano amor de la aún más distante adolescencia. Como que la vida y los buscadores se confabulan, quieren que escriba.
Cuando una puerta se cierra, ya saben, se abre una ventana. Aunque sea en Google.
Ahí está. Con menos pelo y con gafas. Con el carisma y esa presbicia que a veces dan los años. No me hagan contar cuánto hace que nos conocimos en una competición de atletismo en el Príncipes de España. Yo acababa de hacer un desastre en fondo y me senté a ver al resto. Se disputaban las carreras de velocidad y ahí estaban, aquellas piernecillas que parecían incapaces de sostener un cuerpo y, sin embargo —quién lo hubiera imaginado—, más que correr, volaban. Así lo conocí: ganando.
Seguir leyendo en Diario de Ibiza