Rick Blaine e Ilsa Bund se reencontrarán en Casablanca a la sombra de un piano en el Rick’s Café, pero se conocieron dos años antes en París, en aquellos tiempos convulsos que auguraban la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial:
—¿Qué demonios están diciendo?— preguntaba Rick.
—Es la Gestapo. Dice que esperan entrar en París mañana. Instruye cómo actuar cuando las tropas entren. —Respondía ella.— El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos…
—Sí, es un mal momento, ¿verdad? ¿Qué hacías hace diez años?
—¿Hace diez años…? Te lo diré: me habían puesto un alambre en los dientes.
Me cuesta utilizar el privilegio de una página de periódico para escribir trivialidades mientras el mundo se derrumba, lo reconozco. Lo mismo que me cuesta ver que se juntan semanas escribiendo tragedias. Esa es la particular y pequeña guerra que libro por dentro. Como ya les adelantaba: trivialidades. Porque por supuesto soy consciente de que quienes podemos, también nos debemos una tregua. Es solo que me cuesta, ¡cuánto me cuesta…!
Sin embargo, cerrados los periódicos y abiertos los bares, me encuentro con mis amigos; nos juntamos a la puerta de un teatro, a la entrada de un concierto o alrededor de una tortilla y la guerra ni se menciona. Ya no hay covid. Aquí y ahora no afecta el precio de la electricidad o la gasolina y todos tenemos aceite o yogur en la nevera. Mientras, por el rabillo del ojo nos vigilamos por si acaso a alguno se le asoman las guerras que todos llevamos dentro…
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