La mañana del 11 de septiembre, los pasajeros del cuarto avión secuestrado: el United 93, fueron conscientes de que su fin no sería muy diferente de los anteriores, utilizados como misiles humanos, y algunos pasajeros sin preparación previa, sin conocerse entre ellos, decidieron enfrentarse juntos a los secuestradores y acabaron estrellando el avión en un campo de Pensilvania a escasos veinte minutos de su objetivo: el Capitolio. Antes de eso, realizaron llamadas a casa que se han ido recopilando con el tiempo. Algunas llamadas, incluso, desde móviles prestados. En ninguna de ellas se maldecía a los terroristas o se lamentaba la mala suerte de estar en el lugar y el momento menos oportuno. En su lugar, todas tenían en común que decían, a quien correspondiera, en directo o como mensaje para escuchar en la posteridad en bucle en un contestador: ‘Te quiero’.
Cuando leí la noticia sentí una inmensa tristeza, pero también la reconfortante certeza de que, en los momentos críticos, el último pensamiento, es de amor. Debe serlo.
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