
Cita a ciegas es aquella en la que dos perfectos desconocidos quedan con la intención de comprobar si el otro es de su agrado a fin de sopesar la posibilidad de mantener una relación. Exacto: desconocidos. Aquí ni siquiera vale el “llevo dos meses chateando con un tipo de Las Malvinas”, “¡Hala! ¿Y no lo has visto nunca?”. Aquí ni lo has visto, ni has intercambiado emails, ni, atentos al dato: fotos, de modo que el susto previo se mantiene por lo menos, por lo menos hasta el momento exacto en que te encuentras frente a frente con la persona en cuestión y, por lo visto… con mucha frecuencia, también después.

No he conocido a tantos participantes en este tipo de encuentros, así que aunque no puedo asegurarlo con rigor científico, pero, creo, creo… que nunca se dio el caso de que la cita fuera con un verdadero cañón. No me consta que George Clooney ni Brad Pitt se presten a estas citas. El tipo en cuestión, de hecho, no suele ser suficientemente atractivo ni siquiera para sus propios amigos. Te sueltan un “oye, que tengo un amigo… que es supermajo, abogado, tiene casa, coche, se acaba de separar el pobre, bueno ¡pero porque ella estaba loca! Porque el tipo como te digo es supermajo y hace deporte, bueno; juega a fútbol con los amigos y eso y le gusta viajar porque de luna de miel se fue a Marruecos…” y en ese punto interrumpes y dices “¿y qué tal es?”, “Como te digo, supermajo”, “Qué sí, que sí… que te pregunto que si es guapo” y ahí se hace un silencio seguido de: “… hombre… es mono ¡pero tiene pelo!” y a saber si por el pelo, por la curiosidad por saber el grado de mono… pero tu amiga, queda y cuando le preguntas parece que se contagió de las artes comerciales del amigo intermediario y cuando le entras con un:
-¿Y?
-¿Y qué?
-¿Que qué tal?
-¿Qué tal el qué?
.¿Cómo qué el qué? La situación de Kosovo… ¡Tu cita de anoche!
-Ah, bueno… pues bien… era majo.
Y ya la interrumpes porque te importa poquísimo que sea abogado y hasta majo.
-¡Que si era guapo!
-Bueno… era mono -o, en su otra versión- No estaba mal… Tenía pelo.
Cachis en la mar ¡Si dan ganas de quedar solo para ver dónde y cómo tienen el pelo estos solteros! ¿Cómo volverán ellos de sus citas? ¿Qué contarán? ¿”Bueno, tenía tetas”? ¿A eso nos reducimos con el tiempo; pelo y tetas? ¿Será ese el mínimo común denominador cuanto más y más tiempo llevas soltero?
Retomando estas citas a ciegas, hay dos modus operandis característicos:
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- Quedas además con el intermediario y su pareja: dos parejitas formadas por una pareja y dos personajes sueltos… Un espectáculo, vamos… Miedo te tiene que dar ir al baño porque seguro que ahí arranca el interrogatorio: “¿qué? ¿Qué? ¿A qué es como te dije?”
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- O, en su variante a solas: dos desconocidos lanzándose a lo desconocido. Es aquella repetida escena de película que empieza con que uno de los dos individuos espera en una cafetería con un libro y una rosa (pero debe estar bastante en desuso porque fijo que los camareros te pillan al vuelo y se pegan codazos y dicen “mira, mira ese desgraciado, ha quedado con una desconocida”), o quedas en llevar una blusa roja (que siempre es un acierto para una primera cita, sea con desconocido o no, pero ya os lo contaré en otro post. Mientras, chicas del mundo: vestid de rojo), o quedas en un banco junto a un lago, sobre todo si esa cita a ciegas es en Nueva York. En fin, aunque hay muchos ejemplos de comienzos distintos en las películas, el final más popular suele ser el del cuerpo de ella hallado en un charco de sangre en la cama a la mañana siguiente y casi podríamos calificar en ese caso la cita de éxito ¡al menos quisiste llevártelo a la cama! Pero no nos saltemos etapas… Primero, ¿cómo has hecho para quedar?
Pues en las citas a ciegas, la ciencia está en el intermediario que es un amigo o conocido, o un conocido de un conocido común, que os lía y ya. Este amigo o conocido, o como digo, pseudoconocido (que yo sé de una amiga que quedó con un tipo que la peluquera le había aconsejado a su madre cuando ésta le contaba entre tijeretazos que su hija ahí estaba, soltera todavía), pues bien, este intermediario pertenece siempre, siempre al perfil de tener pareja estable y además, encontrar que ése es el estado natural y deseable para cualquier persona.
También sospecho (y aquí tengo que confesar que jamás he tenido una cita a ciegas ni ninguno de mis amigos, parientes y conocidos de cualquier rango me lo ha propuesto), en fin, que sospecho, que al menos uno de los dos citados debe lamentarse de tanto en tanto de su soltería o al menos, dejar caer aquello de “qué bien se te ve con Paco”, “qué suerte la tuya, con Paloma y se te ve tan bien comido…” o cualquier otra cita que invite a que te inviten a quedar, aunque sea con desconocidos, porque el abanico de conocidos lo has quemado ya. Claro, no me queda más opción que pensar que es que se me ve TAN estupendamente soltera que quienes me conocen (y me quieren, porque apañada voy si además pienso que quienes me conocen, no me quieren), que no quisieran por nada del mundo ver alterada esta felicidad mía con el riesgo de estar enamorada y dormir caliente y comprar champú a medias y compartir tardes de domingo y todas esas cosas tan engorrosas de las que presumen los emparejados.
A ver, ¿qué otra opción me queda? Tiene que ser que no sean capaz de imaginarme jamás con un friki, que no encuentren varón soltero que esté a la altura de mi audacia, ¿no? ¿No? ¿Nooo? No puede ser jamás que ninguno de mis amigos se atreva a venderme o, que una vez vendida no hayan hallado quien compre este cuerpo serrano, ¿verdad? “Pues es una tía supermaja… bueno, supermaja… lo que se dice supermaja tampoco es… A ver, ¿cómo te lo podría explicar? Es graciosa. Bueno… al igual graciosa es una palabra demasiado alegre… ¿Qué a qué se dedica? Uf, es tan difícil de explicar, pero anda de aquí para allá. Siempre proyectos extraños, líos y fiestas… ya sabes, ¿cómo te lo explico? Si mala persona no es… es… es… rara” y el otro ya nervioso pregunte “¿pero está buena o no está buena? Y el desgraciado de mi amigo en cuestión conteste con un “psé… no sabría decirte bien… pero para tener el montón de hijos que tiene y hasta ser abuela, el culo le aguanta bastante bien en el sitio. Lo único, que tendrás que ir con mucho cuidado, porque hagas lo que hagas, lo contará en un blog que escribe; “otra tostada” creo que se llama. Es que yo no lo leo mucho. Eso, mi mujer que es más de leer chorradas… cuenta sus viajes, cada vez que se cae, lo mezcla con política, penes circuncidados… esas cosas”.
No sigo, que solo de pensarlo me dan ganas de insultar a todos mis amigos, imaginarios o no, ¿qué os he hecho yo, eh, eh eeeh? Un día de estos escribo un post sólo para ponerlos a caldo. Por mala gente.
Repasando vocabulario…
Cita; reunión acordada entre dos o más personas. También mención de un texto o frase de otro que sirve para reafirmar lo que se expone.
Ciega; que no ve. También poseída por alguna pasión o que actúa sin razonamiento ni criterio alguno. Dícese también de la que va atiborrada de alcohol o drogas.
«Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin ti.
No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas ‘volvamos a empezar’;
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.»
Maravilloso (y por cierto, soltero) Sabina
Preciosa imagen de caracol enamorado de: desmotivaciones