Aunque me habría encantado que por fin una lengua cooficial nos representara en Eurovisión —y qué mejor manera que al grito de non hai fronteiras de las gallegas Tanxugueiras—, tengo que reconocer que mi corazón (alojado bajo la teta izquierda), estaba con la oda a la mujer que cría, cuida, reconcilia y lucha; a las tetas del ‘Ay mamá’ de Rigoberta Bandini.
No pudo ser. Las que tenemos tetas estamos acostumbradas a perder y qué caramba… la labor ya estaba hecha. Hasta los que nunca hubieran querido se han preguntado estos días «¿por qué dan tanto miedo nuestras tetas?» Por supuesto, alguno solo para mofarse o tacharlo de ‘soflama feminista’ sin ver que la evidencia estaba ahí, ante sus ojos.
Quien pretenda banalizar el asunto que responda si la presencia de los bailarines de Tanxugueiras sobre un escenario, vestidos únicamente con una falda, con el pecho descubierto, habría sido posible en el caso de mujeres. Que miren a los ganadores de la pasada edición de Eurovisión; el grupo italiano Måneskin, formado por tres hombres y una mujer, vestidos igual o… casi. Ellos con el torso desnudo y ella, por descontado, recatadamente cubierta.
Así que sí, algo hay en las tetas de las mujeres, algo hay y quizá encarne el síntoma más evidente de lo lejos que estamos todavía de aquello que llamamos igualdad.
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