Hoy de buena mañana, en ese punto en que ni siquiera están puestas aún las calles, un amigo me ha lanzado una provocación: “pues ve y la convences de que soy un buen tipo”, continuando al despertar una conversación que iniciamos anoche y me ha faltado tiempo para replicarle con un rotundo “¡No! Nunca se me ocurriría convencer a nadie ¿eres un buen tipo? Pues sé un buen tipo. Punto y final”. Ahora mismo cuando esté leyendo estas letras, estará flipando, pero mejor; así confirma lo que sospecha: nadie está a salvo del garrote vil de este blog.
Pero es que, aparte de la sentencia medio en broma, respuesta a su comentario también poco serio, me he quedado dándole vueltas a aquello de
«convencer», ¿por qué me ha gustado tan poco? Si clientes “convencidos”, “vencidos pero no convencidos” y hasta “vini, vidi vinci” están a la orden del día… Nada, que cuantas más vueltas le daba, menos aún me gustaba lo que iba encontrando en ese álbum de recuerdos que está en mi cabeza. Ya os he comentado antaño que hay
palabras que de repente, se me clavan, como si fueran una espina que antes no notaba y ahora en cualquier postura que me ponga; roce, moleste o duela. Y pase lo de «estar convencido», pero…
¿convencer? Hoy no me convencían ninguna de mis experiencias pasadas con semejante verbo y aquí estoy de nuevo, quizá, tal vez… tratando de convenceros de desconvenceros de cualquier cosa de la que se os haya convencido alguna vez.
Convencer viene de vencer y por lo tanto en el asunto ha precedido una lucha: una lucha de razones, de argumentos ¡qué más da! Pero
convencerte quiere decir hacerte cambiar de parecer con premeditación y alevosía, dejando clarísimo que tú estabas equivocado y aquí estoy yo para salvarte.
Convencerte quiere decir imponer lo que yo pienso, opino, creo o te vendo hasta lograr que des tu brazo a torcer.
Convencerte significa lograr que creas con palabras lo que con los ojos no alcanzas a ver y claro que, como ya he dicho en alguna ocasión
no me gustan las luchas (las sobrevaloradas luchas) ¡si yo no lucho! Es más: me gustan ¡me encantan!
Las cosas fáciles, ¿parece obvio? Pues mirad a vuestro alrededor: todos los días encontraréis un sinónimo de que “lo que fácil llega, fácil se va”, de que “si algo quieres, algo te cuesta”, de que “para estar bello hay que sufrir”, «sólo viven aquellos que luchan» o que «la alegría está en la lucha, en el esfuerzo, en el sufrimiento que supone la lucha y no en la victoria»… ¡anda ya! El que encuentre en la lucha, el esfuerzo y el sufrimiento la alegría no tiene ni idea de lo que es divertirse ¡que se venga un fin de semana con mis amigas y compare!
Que no, bombón, que no… Que nadie tiene que convencerla de nada y el hecho de que lo creas quizá sea una señal de que eres tú el que no está convencido y que si no lo estás, ¡quién sabe! También será bueno. A lo mejor es porque aún puedes ser todavía “mejor tipo”; una versión mejorada del buen tipo que ya eres y si ella (sea esta «ella» u otra aún más guapa por dentro y por fuera) lo ve, lo ve a la primera, tampoco perderá una milésima de segundo en “convencerse” ¡porque lo sabrá! Y la sabiduría, la certeza, la confianza son mejores compañeras de viaje que una mente recién (y quizá sólo temporalmente) con-vencida.
Firmado: una persona de las del montón que prefiere creer para ver.
Con un beso y un bizcocho, hasta mañana a las ocho.
Repasando vocabulario:
Convencer: etimológicamente viene de vincere, vencer a otro, derrotarle. Estar convencido es estar derrotado por la opinión de otro. Convencer es incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a creer una cosa. También probar algo de manera que racionalmente no se pueda negar.
Razonamiento: Serie de conceptos encaminados a demostrar algo o a persuadir o convencer a otro.
Argumentos: Razonamiento que se emplea para demostrar algo o para convencer a alguien de aquello que se afirma o se niega.
Buen tipo: individuo del que se tiene un grato concepto. Bonachón, que merece confianza. Referido al físico, figura proporcionada a la que sientan bien los distintos trajes.
Ella: Tercera persona del singular femenino. Pronombre que hace referencia a la mujer de la que se está hablando para no abusar del nombre propio y evitar aquello de que le zumben los oídos. En este contexto ella parece ser alguien que marcó a mi amigo. Bah, mujeres… No hay quien las entienda y a los hombres… tampoco.
Como yo te amo,
como yo te amo,
convéncete, convéncete,
nadie te amará.
Como yo te amo,
como yo te amo
olvídalo, olvídalo,
nadie te amará
por que yo te amo con la fuerza de los mares,
yo, te amo con el ímpetu del viento
yo, te amo en la distancia y en el tiempo
yo, te amo con mi alma y con mi carne
bla bla bla y así, muchos más argumentos para que te convenzas
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