Las cosas que quieren ser cosas

Recojo cosas de la basura. Hace años estudié restauración de muebles antiguos y antes, Dibujo Artístico y Pintura en lo que por aquel entonces se llamaban las «escuelas de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos», pero incluso antes (creo que desde siempre), ya recogía cosas de la basura.

Muchas veces no eran cosas para mí, que acababan siendo regalos para otros, porque no todo cabe o no todo es para mi casa, porque las cosas quieren ser cosas pero no cualquier cosa ni tampoco les vale cualquier casa y porque mis amigos se escandalizan cuando lo ven basura, pero luego se lo rifan cuando lo ven en su nuevo formato, sea el que sea.

Al final, todo tiene que ver con esta tara mía de ver, en lugar de «lo que es» (y aquí cabe TODO: cosas, lugares, personas), «lo que puede ser». Y una vieja silla quiere ser una nueva silla o una nueva cualquier otra cosa. Depende… Y recogí una vieja pantalla de lámpara destrozada y me quedé solo el esqueleto que recubrí ahora de una red de goma gris de esas que se utilizan para que los platos y vasos no se deslicen por los cajones y en lugar de un pie, le puse un largo cable y ahora vive como lámpara de techo en el centro del mínimo salón de esta mínima casa en Chueca.

También, donde quiera que voy, cuelgo cristales de Feng Shui del exterior de las ventanas que giran con el aire. Muy especialmente, de las ventanas que dan al este. No tengo una gran razón de peso, más allá de que me gusta amanecer con este baile de arcoiris llenando las paredes blancas.

Y hoy, uno de los arcoiris de una bola de cristal colgada de una ventana, se ha apoderado del centro de la sombra de la red de goma gris de la lámpara que podría haber muerto junto a un contenedor de basura en Chueca y a mí… ME ENCANTA.