Cuando Ana, la de las costillas (nooo, las de Adán no; las de cerdo) se ha levantado esta mañana, me ha pillado ya en la cocina, con un Earl Grey con leche gigante en una mano y el teclado del vaio en las dos. Ha abierto los ojos como platos y me ha soltado a modo de saludo: “¿pero tú cuándo descansas?” y después de dudar le he dicho: “¿nunca?” y jopé que es cierto, de un tiempo a esta parte ¡otra vez! No descanso nunca.
Un ejemplo es este blog tan querido mío en el que no tengo tiempo de escribir. Tiempo que no ganas, porque de un modo u otro mi cabeza anda contando historias siempre. Y sin embargo, el resumen sería que estoy genial, que el trabajo me gusta mucho, que ha sido una sorpresa (literalmente, porque anda que tenía idea yo de qué iba a ir esto) y me estallan ideas como palomitas de maíz: pop, pop, pop ¡muchísimas! Y me parecen todas geniales y hasta fáciles y encima, encima ¡siempre tienen buena acogida! Pero tengo ganas de organizarme un poquitito más, de tener mi propio espacio aunque estas compañeras mías de piso molan mogollón y porque quiero que mis hijos cuando vienen estén en SU casa y no de ocupas en la casa que ocupa su madre.
Un ejemplo fue el fin de semana pasado que fue el primero que me quedé sola. No fui a Palma y las chicas, cada una con sus temas, estaban de viaje y yo dormí unas siestas de escándalo, pero también seguía escribiendo, escribiendo, escribiendo. Las ideas no se me acaban, lo tengo comprobado, no… el problema es que mi cuerpo no puede seguir el ritmo de esta cabecita bordeada en estas pedazo de orejas y ahí andaba yo, tecleando en la mesa de la cocina, con un té inmenso en la mano cuando me la quedé mirando a ella: la mano y presencié un expediente X. Una vena verde se me salió de la mano formando una montaña. Parecía querer explotar. Interrumpí mi teclear de letras para observarla: mi vena tenía vida propia. La acaricié hasta recolocarla y pareció conformarse, pero sólo un rato. Muy poco después se repitió el proceso y así hasta una tercera vez en que el dedo meñique quedó arqueando con un temblor curioso, como un espasmo que hizo de mi vena una montaña más alta.
Me masajeé un poco el dedo y la mano y le dije algo del tipo: “vaaale, tú ganas” y apagué el ordenador y me quedé a solas con el Earl Grey con leche. A la mañana siguiente me encontré con un curioso y vistoso hematoma que me sirve de recordatorio de que no tengo que pasarme.
Un par de días después tuve mi primera Junta Directiva desde que me hice cargo de este nuevo proyecto y en ella, un balance de este primer mes al cargo de este barco y claro, hasta que no me planté con que el resumen de este mes duraba horas, no fui consciente de cuánto trabajo realizado y la verdad ¡fue genial! Pero cansado; cansado pero genial ¡había tan buena energía entre los miembros de la Junta! ¡Tantas ganas de hacer! Jo, con lo que me gusta a mí hacer…
Y doce horas después; a la mañana siguiente me encontré al llegar al despacho a uno de los susodichos miembros, que andaba aún envuelto de la energía y las ganas y me traía una nueva oferta para otro proyecto suyo; “si puedo y encuentro el tiempo. Si quiero más trabajo…” y le dije inmediatamente que sí y creo que ahí pensé en voz alta: “si trabajar me encanta; si hay gente que tiene esas otras cosas: tiempo, novio… y yo, trabajo” y algo me dijo mi hematoma de la mano entonces y me giré discretamente para contestarle: “que sí, que sí; que si me organizo también tendremos tiempo para descansar las dos”.
Repartiendo un poco de cultura sobre aquello del Earl Grey…
El Earl Grey es un té negro originariamente de India o Sri Lanka, aromatizado con aceite de bergamota, una planta cítrica que le proporciona su sabor y aromas característicos. Es uno de los tés más populares y es uno de los favoritos de los ingleses y norteamericanos, aparte de ser la bebida favorita de personajes como James Bond, el comandante Picard de Star Trek, Fraisier y hasta Piglet, el amiguito de Winnie the Pooh. Dicen que una vez que lo pruebas te cuesta acostumbrarte a otro té y soy un claro ejemplo.
Nos cuentan nuestros amigos de Wikipedia que supuestamente, el té aromatizado con bergamota se trataba de un regalo, probablemente una gratificación diplomática. Según una leyenda, un agradecido chino mandarín, cuyo hijo había sido rescatado de morir ahogado por uno de los hombres de Lord Grey, presentó por primera vez la mezcla al Conde en 1803. La historia no tiene ningún fundamento ya que Lord Grey nunca viajó a China, donde, además, el uso de aceite de bergamota añadido al té era desconocido. Además, el té más consumido por los chinos era el té verde. Otra versión similar relata que fue un regalo de un maharajá indio en agradecimiento por haber salvado a su hijo de un tigre.
Otra leyenda más banal cuenta que un barco de transporte sufrió una tormenta en el Canal, parte de la carga se soltó y aceite de bergamota cayó sobre el té que transportaba. Al llegar aLondres y evaluar los daños, el Conde decidió probar el té antes de darlo por perdido y eliminarlo. Sin embargo, le agradó el sabor y decidió sacarlo al mercado.
Sea cual sea el origen, lo que parece cierto es que el Conde Grey recibió una mezcla aromatizada de té a la que se volvió muy aficionado. Suele aceptarse que cuando comenzó a escasear pidió a los fabricantes de té Twinings que le preparasen una receta que tuviera un sabor similar. La mezcla fue un éxito, y cuando los invitados preguntaban por ella, les dirigía directamente a Twinings donde pedían el Earl Grey Tea (té del Conde Grey) .
Sin embargo, la marca rival Jacksons of Piccadilly, que ahora es propiedad de Twinings, discutió siempre la veracidad de este hito. Jacksons of Piccadilly afirmaba que Lord Grey había entregado la receta original a George Charlton, socio de la compañía, en 1830. Según su versión han mantenido una producción constante de acuerdo con la fórmula original, que nunca ha salido de sus manos. La suya ha sido a base de té chino desde el principio.
Desde el siglo XX prácticamente todas las empresas del sector incluyen entre sus productos la mezcla Earl Grey, ya sea en hoja o en las prácticas bolsitas de té. Probablemente la marca más popular fuera la primera en comercializarlo: Twinings, aunque tengo que serle absolutamente infiel y haceros una recomendación imperdible: Cuando visitéis Portobello Road en Notting Hill; Londres, veréis justo a la mitad entre cafeterías y puestos con la más variada y pintoresca comida, fruterías y multitud de tiendas de antigüedades, una pequeña tiendecita de tés a granel. Los fabrican ellos mismos y puedes degustarlos todos o llevarte en cualquier formato imaginable: bolsas a peso o paquetes de 50, 100, 250 bolsitas; eso sí: a la inglesa: sin cordoncito. Sólo transportarlos en la maleta es una delicia para los sentidos, porque la ropa se impregna de ese maravilloso aroma de la esencia de bergamota.
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