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la enchufada

Me estoy haciendo una experta conocedora de este barco Federico García Lorca que cubre la ruta Ibiza-Palma para continuar a Valencia y después volver a empezar la ruta a la inversa en su particular día de la marmota. Es lo que tiene hacerme adicta a esta especie de puente aéreo (pero marítimo) de fin de semana para venir a ver a mis cachorros y llenarlos de tuppers y besos. Tan a menudo viajo que estos tipos tan majos de Balearia “premian mi fidelidad” regalándome el viajar en esta primera clase suya llamada “Neptuno” (cómo se nota que el tal Neptuno debió ser un tipo importante, por lo menos, por lo menos… como el tal García Lorca). Otra cosa que tiene la fidelidad es que me conozco al dedillo esta superficie enmoquetada de azul. Tanto, que en cuanto llego recorro a lo largo el primer piso de la cubierta hasta llegar rauda y veloz y antes que nadie al único enchufe que he descubierto y que me sirve, ahora que ya he visto todas las películas a bordo, para enchufar mi ordenador que será portátil, pero autónomo no lo es en absoluto. Ni siquiera puedo conectarme a internet, pero también vale para esto: escribir algo con lo que torturaros los sentidos más tarde. 

De modo que corro (y ya sabéis que corro y salto sin problema alguno), hasta lanzar la bolsa en uno de los sofás, sacar rápidamente el vaio y antes de que nadie reaccione… enchufarlo. Ahí ya me dejo caer, literalmente, en el sofá, me descalzo y pido algo en el bar en lo que se deciden a arrancar el ordenador y el barco. Mirad lo que puede cambiar la vida un enchufe. Cachis en la mar aquella vez que no llegué a tiempo y ocupaba MI sofá uno de los muchos, muchísimos resacosos jóvenes con los que comparto trayecto para dormir boquiabierto las distintas monas en su estancia en Ibiza. Debí despertarle. No tanto por pedirle con mi mejor sonrisa un cambio de sitio como para comprobar que no estaba en coma.

Dejadme que me muestre un poquitito snob después de haber recalcado que viajo en primera, así de guais, tan simple que porque me lo regalan por habitual, que también es sinónimo de plasta. Este tipo de individuos comatosos llenan la planta de abajo. En serio: la llenan. Son jóvenes muy jóvenes que han comprado una super oferta para pasar unas vacaciones inolvidables en Ibiza y llegan desde Valencia y allí supongo que llegarán de cualquier otro punto llamados por los llamados de fiesta que la isla emite entre todos los fiesteros. Es un grito que no escucho apenas, pero a modo de onomatopeya lo describiría tal que así “Pum, pum, pum, pum, chaca pum…” o algo del estilo. En primera viajan más que vips como ocurre en los aviones; otros habituales; gente que claramente indentificas como ibicencos en Palma o mallorquines en Ibiza, etc, etc y chóferes de camiones, gente del mundo de la náutica, familias que sí prefieren pagar por el poquitito de espacio y tranquilidad que esta planta ofrece y algún guiri y fiestero perdido, como evidencia clara de que hizo la reserva para la inauguración de tal o cual disco y el aniversario de tal otra, pero se le pasó el detalle de hacer la de los pasajes con la antelación suficiente y no le quedó otra que pagar el plus que supone una clase muy mona, pero como digo, algo falta de enchufes
Ya podéis imaginar lo que me divierto observando todo y a todos, pero en particular, voy a hablaros hoy de estos pasajeros ávidos de fiesta y lo distintos que son al ir rumbo a Ibiza, a cuando viajan para dejarla: Incontables rubias de bote medio vestidas con camisetas fluo sobre plataformas imposibles seguidos muy de cerca por cachitas con gafas de sol enormes y ese curioso gesto, como si estuvieran constantemente haciendo un dribbling en fútbol (¿cómo se dice dribbling en español? ¿esquivar?). Tienen en común ambos sexos, muchos, pero que muchos tatuajes y piercings colocados en lo que para mí, es un absoluto desorden, pero probablemente encierren fantásticas historias o historias tan tan fantásticas, que ni recuerden. Pues estos sujetos de mi estudio, a la ida hablan muy alto mientras se dribblean los unos a los otros y se muestran totalmente ilusionados y como uno de ellos haya estado antes en Ibiza, muestra claros indicios de convertirse en el líder de la manada. A la vuelta son solo sombras de los que llegaron; con el rimel corrido, las plataformas en la mano, las gafas de sol perdidas ¡con lo que duele el sol después de ir de fiesta! Y en lugar de hablar duermen amontonados unos sobre otros. 
No puedo evitar recordar una foto mía fantástica. La tomamos inocentemente cuando viajaba hace muchos años con dos amigos a Londres y resultamos ser los únicos españoles del vuelo. Debimos pedirle a una azafata que la tomara… la verdad es que no lo recuerdo ¡imaginad que la hicimos con cámara de carrete! De modo que tardamos en verla y descubrir que éramos, además, los únicos sonrientes en el avión. En la foto aparecen en una perfecta línea recta nuestras tres sonrisas llenas de dientes y nuestros ojos llenos de brillo y alrededor, muchos guiris color gamba duermen o tienen gesto entre borracho y resignado. A la vuelta no es que fuera a la inversa; es que perdimos el vuelo porque los tres nos quedamos dormidos y nos costó una pasta un nuevo billete para el día siguiente así que ya podéis imaginar nuestros gestos ¡por supuesto! Igualmente sonrientes, mientras nos reíamos los unos de los otros y nos tachábamos de inútiles.
Y ahora los miro con gesto de veterana; como si fuera un elefante centenario que ya conoce cada bicho viviente de la sabana y los ha visto nacer y morir y nacer y morir infinitas veces y permanece impasible mientras se pelean por una brizna de hierba. Así, miro a estos  eufóricos futuros muertos vivientes rumbo a Ibiza y pienso: “sí, sí… lo que os va a durar la energía” y sonrío mientras imagino la mutación que van a experimentar cuando acabe la semana. Cómo les dé tiempo… hasta otro tatu que se hacen. Supongo que ellos me mirarán pensando algo del tipo “pobre desgraciada, que va a currar en vez de ir de fiesta” ¡o peor aún! Su felicidad debe hacerme invisible… Esas cosas pasan. Y a la vuelta, no es que sea invisible, es que están literalmente ciegos. Esas cosas, en este trayecto Ibiza-Palma, vaya que pasan.
Uish, os dejo. He oído a un señor depostricar que «cómo puede ser que un barco como esté no tenga un puñetero enchufe donde conectar el móvil o el portátil» y rauda y veloz nuevamente acudo; esta vez con la cabeza gacha y las orejas escondidas, a ofrecer el “mío”. Le cuento que total “no estoy haciendo nada importante y ya he terminado y tal y tal” y entramos en un debate público que altera todo el Salón New York de la Sala Neptuno. El tipo dice que “lo que le indigna es que es armador y que hasta le fleta barcos a la compañía bla bla bla y que no puede ser” y yo le interrumpo con un chiste de que entonces lo hago corresponsable del asunto, que no se puede ir por el mundo diseñando barcos y venga a diseñar barcos y pensando solo en el motor y la chapa; que cuando somos las mujeres las que diseñamos no se nos escapan estos detalles, ¡será por enchufes! Donde quisiera podría Usted cargar el móvil, conectarse y secarse el pelo… 
Acabo de ganarme al público femenino de la sala. Si soy TAN graciosa… Un día de estos, hasta escribo un blog.
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