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La única patria que tiene el hombre es la infancia

made in Ibiza, familia, abuela Catalina, Pilar Ruiz CostaNací en Ibiza en los 70. No se me ocurre un mejor lugar ni una mejor época para haber nacido. Yo era la segunda de cuatro hermanos; la única niña. Nos llevábamos exactamente 4 años y 4 días entre el primero y el último. Imaginad qué locura…

La casa de la foto sigue siendo «nuestra casa», aunque por aquel entonces solo había campo alrededor y ahora lo que le rodean son chalets y adosados y mi madre se queja de las fiestas ilegales que organizan con música de discoteca en las piscinas que no la dejan dormir.

A pesar de lo inmensa de la casa, vivíamos en la calle revueltos entre los niños del barrio que conocíamos de toda la vida. Incluso, las noches de verano, cenábamos y salíamos hasta que la madre de alguno pegaba un grito porque ya era medianoche.

Íbamos a cualquier parte en bicicleta. A cualquier parte y jugábamos a fútbol hasta que a alguno le sangraban las rodillas y casi todas las catástrofes se arreglaban con un manguerazo.

Estábamos obligados a cargar con los pequeños de cada familia que querían jugar -y hasta ganar- con las reglas de los mayores, pero «eran de azúcar», hasta que llegaba una nueva camada de pequeños.

Cuando venía mi abuela de visita, en autobús y después caminando los 2 kilómetros a nuestra casa, corríamos como locos a registrarla porque, aunque se reía y decía que no se había acordado, nos traía 4 sugus exactos escondidos en los bolsillos. Jamás, jamás, ni entonces ni ahora, he conocido una persona más buena que mi abuela (lo escribo ahora y lloro).

Decía Rainer Maria Rilke que «La única patria que tiene el hombre es su infancia.» No lo sé. Lo que sé es que no podíamos imaginar ningún otro lugar (de verdad que era imposible) porque la única ventana al mundo que tenía aquella isla era una televisión en blanco y negro con dos canales y La casa de la pradera y Verano azul y Un, dos tres y La hora de Alfred Hitchcock, y no importaba porque aquel planeta nuestro de no más de cien habitantes, os juro que más que patria… era el cielo.


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