Vivían hacinados en chabolas (bateis) a los lados de los caminos que recorren el verde inmenso de los cañaverales. ¿Hace falta decir las condiciones? Sin electricidad, agua, sanidad, ni apenas comida. Muchos de ellos se alimentaban durante el día tan solo de la misma caña de la que comían y bebían. Trabajaban literalmente de sol a sol, cortando las cañas una a una con la ayuda rudimentaria de un machete y cobrando su trabajo por las toneladas obtenidas (de una a tres por día) con un salario que podía rondar el dolar diario. Eso, por supuesto, los meses que durara la recogida…
Y sin embargo, no los recuerdo con tristeza. No era eso lo que me transmitían.
Ni los niños pidiendo caramelos gritando, corriendo entre risas, ni algunos de los trabajadores que a cambio de una propina, nos cortaban y pelaban una caña que andábamos mordisqueando por el camino. Es más, los recuerdo con una ternura infinita los domingos ¡era tan hermoso pasear por allí en domingo! Por la tarde no trabajaban y los veías lavarse en cualquier barreño a los lados de los bateis y después, recorrer el largo camino polvoriento con camisa y pantalón largo ellos. Ellas con vestidos blancos, con los zapatos en la mano, yendo hacia el pueblo para ir a la iglesia.
Acerca de Pilar Ruiz Costa
Me dedico a la Comunicación y a los eventos desde hace muchos, muchos años. Contadora de historias con todas las herramientas que la tecnología pone a mi alcance.