
Tengo un abrigo con el forro destrozado, literalmente destrozado. Como si lo hubieran atacado las hienas o Eduardo Manos Tijeras se hubiera dedicado a rascarme la espalda (ay, qué mono Johnny Deep). Da verdadera vergüenza. Creo que si lo llevara a una fiesta de etiqueta y a la llegada un estirado mayordomo se ofreciera a retirármelo para llevarlo al guardarropa, le mentiría y le diría que no puedo, que voy completamente desnuda […]