
Hace muy poco, desde el puerto de Microlimano, en Grecia, escribía sobre esa fea costumbre (más de turista que de viajero) de comparar. De estar «aquí» (porque nunca jamás se dio el caso de estar en ningún otro lado), pero con la cabeza «allí». Que es un pecado primo hermano de estar, pero más pendiente de la publicación en Instagram/Facebook/etc que del paisaje, del acompañante, del momento.