Una playa «distinta»

Hace muy poco, desde el puerto de Microlimano, en Grecia, escribía sobre esa fea costumbre (más de turista que de viajero) de comparar. De estar «aquí» (porque nunca jamás se dio el caso de estar en ningún otro lado), pero con la cabeza «allí». Que es un pecado primo hermano de estar, pero más pendiente de la publicación en Instagram/Facebook/etc que del paisaje, del acompañante, del momento.

Y también, tiempo ha, escribí del, que para mí, es el mayor regalo que te ofrece viajar. Quitaos de «experiencias», «recuerdos inolvidables», «cultura»… Todo eso viene después. El primero, imprescindible, es disolver esa sensación de que uno es el ombligo del mundo. Que «el idioma» es eso que te enseñaron en casa, «el café» eso que tomas en la oficina, «el plan para el domingo», eso que hace tu cuñado, CADA domingo… Y aquí, extiende la lista a: «el trabajo«, «el matrimonio«, «la familia»… «La vida». Pero existe un botón de reset, justo en el hueco de las costillas; a la mitad exacta de la cabeza al suelo; del corazón al estómago… Quizá no lo encuentres ahora mismo, porque desde la (mal llamada) zona de confort, cuesta verlo. No porque no esté, que vaya que está, sino porque precisamente todos aquellos elementos estratégica y artificialmente colocados, nos despistan.

Y bueno, todo este largo prólogo es para mostraros un fantástico día de playa, pero esta vez no de Ibiza, no de Mallorca, sino de Mumbai, India. Como podéis comprobar… Hay muchas playas «distintas».

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