
¡Madre mía, el «trabajo que me dieron» estas mujeres! Lo que costó que me vieran como alguien cercano y no un bicho raro, una extranjera, un marciano… Pero ahí estábamos ese día, siguiendo con las tareas, como si nada. La señora mayor que se quería levantar al verme y yo diciéndole que no, que siguiera tumbada y me ponía a su lado.