Estamos cumpliendo 40 años unos cuantos en la familia. Cada uno a su manera, todo lo bien que sabe… Deberíamos haber aprendido de los que nos precedieron, pero quizá precisamente por ellos, andamos algo desubicados…
¿Nos parecemos? ¿Y entre nosotros? Mi prima y yo, sí. Somos en algunos puntos, algo parecido a siamesas. Mi querida prima Pi con la que comparto hasta nombre, dista de mí tan solo 20 días y unas pocas millas marítimas. Nada pues significativo. Así, ella y yo, como llevamos haciendo ya 40 años, miramos el mundo en paralelo, comparando siempre mi prisma al suyo; el suyo al mío…
Obviamente, los 40 años para las féminas viven un auge que no conocieron nuestras generaciones precedentes. Con 40 años (e incluso con 30) ya tenías dibujada completamente tu vida, centrada en un marido, unos hijos y una casa y quizá, con otras cosas secundarias como una profesión o la atención de otros parientes.
Nosotras, para empezar, compartimos hasta talla con las adolescentes, también coincidimos en locales nocturnos, en gimnasios, escuelas de idiomas y es más que frecuente que sean ellas las de girarse a mirar con admiración nuestro conjunto o nuestro aspecto. Ya no hay una ropa para madres, otra para hijas y otra para abuelas.
Las líneas que separaban las edades, se han ido difuminando… Los culpables deben ser un montón de descubrimientos que nuestras madres desconocían por completo y que mis contemporáneas deben hacer master tras master para estar al día: colágeno, aloe vera, vitamina Q10, ácido hialurónico, rosa mosqueta, toxina botulínica, baba de caracol e incluso veneno de serpiente, son términos que, si no pueblan las etiquetas de la exposición de cremas de nuestros armarios del cuarto de baño, están al menos presentes en los improvisados foros femeninos de las cafeterías.
Eso, claro, cuando hacemos una pausa de nuestro eterno tema de conversación predilecto: los hombres. Ahí, las barreras por edades, no es que se hayan difuminado… Simplemente, no existen.
Esta generación de cuarentañeras (que ya no más cuarentonas), es capaz de repartir y recibir consejos tal cual harán en la mesa de al lado otro grupito de risueñas con la mitad de primaveras encima y hablarán de ese imbécil que les ha partido el corazón, de aquel desgraciado al que pillaron poniéndole los cuernos o, brillarán cual adolescentes, por los mensajitos recibidos en el móvil o el Facebook por el guapo de turno. Como veis, no son charlas ni lágrimas muy distintas a las de los bancos de institutos.
¡Ey! No se os ocurra pensar que somos corteza frívola o hueca. Qué va. La belleza exterior, la verdadera belleza va siempre precedida de belleza interior y las mujeres hemos ido aprendiendo lo mucho que aun nos queda mucho por aprender, por crecer y que la verdadera felicidad no está en un marido, un novio, amigas, familia… sino en nosotras mismas. Pero… ¡es tan fantástico ser una persona completa y encontrar un hombre espectacular a juego con nosotras!
Me da también la sensación de que, todos aquellos cuentos que nos vendieron de que «las mujeres nunca pueden ser amigas» y que en el fondo, competíamos por todo… Son mentira.
¿Son positivos estos cambios? ¿Vivimos mejor? ¿Vivimos peor que nuestras madres? No nos compliquemos. Esto es lo que hay y con esto es con lo que hay que apañarse…
Quizá el resumen justo sea decir que estamos todavía perdidas, que nos queda aún tanto por aprender, pero que no hay nada que no podamos compartir e incluso mejorar en una fantástica tertulia brindando con mojitos, que estamos disfrutando cada paso del camino y que eso, a mí que estoy «a esto» de los 40, me parece un regalo maravilloso.
Entradas relacionadas:
la SuperMegaCreme
made in Ibiza
imágenes en blanco y negro
claro que me acuerdo de ti
para mi madre (y para la tuya)
as times goes by
mi abuela viene a visitarme
si me tuviera que casar ahora
pizza y penes circuncidados
un bombero en mi pared, un bombero en mi cama
el polvo pendiente