Nací en Ibiza en los 70. No se me ocurre un mejor lugar ni una mejor época para haber nacido.
La isla era mucho más que aperturas y cierres de discotecas de renombre y hogar de veraneo de famosos varios.
La Ibiza que conocí tenía color a playa, a casas encaladas, a caminos de tierra entre pinos y sabinas y los guiris, eran un espécimen que observábamos con curiosidad, torrándose al sol con aquella ropa tan colorida.
No es fácil encontrar ibicencos fuera de su hábitat. De algún modo, la isla nos absorbe y despotricando de tanto en tanto, entrando ysaliendo, pero nos quedamos.
En Ibiza conservo a mis padres, a mis hermanos, todos mis tíos, primos (excepto el popular y atractivo presentador de Balears pel Mon que ejerce de nómada en lo personal y en lo profesional), amistades y cariños en los que el tiempo y la distancia no hace mella y también, como todos: fantasmas. Cada visita a la isla me sorprende con los unos y los otros. A veces a partes iguales, otras, prevaleciendo cualquiera pero siempre, siempre, con la necesidad de un silencio tras el viaje que me ayude a reubicarme a dondequiera que pertenezco.
¿Será que de algún modo, el corazón se te va repartiendo por los lugares que has querido y sobre todo, en los que has sido querido? Será, será, pero este corazón en concreto, repleto de sellos de pasaporte y de cariños con distintos gentilicios, es «made in Ibiza».
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Hola! He leído tu post y me ha gustado mucho. No soy de Ibiza, sólo he estado allí algunas vacaciones, a través de un alquiler casa ibiza. Pero me siento totalmente de acuerdo con lo que comentas, o al menos puedo sentirme así porque por las pocas veces que he estado en la isla he notado esta atmósfera especial 🙂
Laura