
Mi momento favorito del día sigue siendo verlos comer. Llegan entre risas, se lavan las manos y hacen una larga fila hasta la cocina. Te reciben con un: «Goooood morning, mam!» o, los más mayores, con un «¡Buenos días, ‘profesor’ Pilar!». Cada uno llevando con más o menos destreza su plato, buscan un hueco entre las largas alfombras y se sientan ocupando cada mínimo espacio disponible del suelo.