
En la cabecera de mi cama había un crucifijo de madera con un Cristo de hierro forjado y en mi mesita de noche una Virgen María de plástico fosforescente. La Virgen había sido un regalo de mi abuela y tenía una carita dulce. Además, me hacía gracia aquella modernidad de que brillara en la oscuridad. En cambio el Cristo, me daba miedo. Aquel gesto de sufrimiento máximo, las espinas clavadas que pareciera […]