Pues aunque tarde, aquí va mi explicación de «cómo lograr que te miren aunque las otras sean más altas y más guapas» o, lo que es lo mismo… cómo caerte y tratar de mantener el tipo.
Los días previos a la Edición Balear de la Pasarela Jóvenes Diseñadores iban como corresponden: trabajando a tope desde el amanecer y hasta la madrugada. Coordinando espacios, reservas, invitaciones, ruedas de prensa, entrevistas y ese largo etcétera que aunque proteste de tanto en tanto, ME ENCANTA.
En aquella caída delante del cuerpo de baile que nos amenizaba la pausa de deliberaciones posterior al desfile, hice lo que tenía que hacer; levantarme de un brinco y decir «no pasa nada. Todo va bien» cuando venían a socorrerme y a recoger mis restos de la pista de baile. Por favor, que tengo dignidad y estaba viendo las filigranas que esos hombres y mujeres son capaces de hacer de puntillas, ¡cómo iba yo a no saber ni caminar! Y no le di más importancia. Pasaron rápidas y comprimidas las horas, corriendo de un lado a otro; retrasos aquí, cambios allí, corre ve y avisa, anda corriendo a buscar… y así llegó, sin apenas darnos cuenta, el momento del inicio de la Pasarela.
Como ya veía venir que no me iba a dar tiempo ni de ir a ducharme, envié a África a que se pasara por agua y jabón ella (al menos una de las dos que oliera bien) y de paso, que me trajera mi súper vestido hasta los pies y los tacones de aguja a conjunto. Iría sucia, pero elegante.
Y cuando por fin, por fin, siento a los últimos y compruebo satisfecha que todos parecen pegados con velcro a sus asientos y todas las cámaras tienen sus pilotitos encendidos y las modelos sonríen porque por fin, pueden desfilar, entonces ¡zas! Me lanzo por las escaleras.
Sí, exactamente aquellas en que «ensayé mi caída» durante el ensayo por la tarde y claro, los miembros se levantan (insisto, los del jurado) a socorrerme y yo casi grito «¡No, no se levanten!» Y añado: «yo puedo» hasta que tras un amago y un crujido en el tobillo rectifico: «no, no puedo» y mis muy queridos miembros me izan.
Ahí hago un nuevo acopio de dignidad y cruzo con todo el glamour que puedo la pasarela (eso sí, a lo ancho) y me siento y ya no fui capaz de volver a levantarme.
El responsable del 112 me pregunta si quiero que llame una ambulancia y yo le pido si sería posible, si no es mucha molestia, que sea un camión de bomberos (me gusta más ese uniforme, puestos a pedir).
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