Durante mucho tiempo, el post más leído en otro Post Data fue: «El polvo pendiente» ¡Y claro que entendía los motivos! Un título tan simple era una provocación para curiosos y morbosos a partes iguales. Confirmaba todas mis teorías de «qué clase de lectores tengo».
Por eso, cuando de repente quedó desbancado por otro inocentemente titulado: «Los Reyes Magos existen» todas mis teorías se fueron al traste en un mar de desconcierto.
¿De verdad? ¿Reyes Magos? Y bien pensado, me pareció que era mucho mejor rodearme de lectores ávidos de magia que de sexo ¡dónde va uno a parar!
Y así, sobre todo en estas fechas, mis cuadrantes de estadísticas vuelven a subirlo a picos altísimos y yo miro a los ojos a Google y repito mientras cruzo los dedos: «Que no lo lean solos, que no lo lean solos» porque sé que muchos de los que realizan esta búsqueda (desesperada) son «Evas». Os explico: Este post es en realidad una carta a Eva, tratando de resolver el estropicio de su madre al sentarla y decirle que la magia era un bien efímero y la suya había tocado a su fin. Ella no lo dijo exactamente así, que la escritora soy yo, sino más bien con un: «Has de saber que los Reyes Magos no existen» (con la voz muy muy ronca de adultez crónica).
Y yo me vi en la obligación de contarle que, a pesar de que Baltasar me pidiera mi teléfono en plena cabalgata (llevándola a ella de la mano, vaya un imbécil), los Reyes Magos existen y eso jamás se puede medir en paquetes envueltos en papel de El Corte Inglés.
Os invito a rebuscar este disparate de post (bueeeeno, vaaaale, y el del polvo pendiente también).
Que los Reyes Magos os traigan montones de cosas buenas. Vaya que las merecéis…