Para ir desde la Plaza España en busca de la calle Ferrerias he pasado por delante del comedor social. Por supuesto que sabía que existía ese comedor social, pero nunca hasta esta mañana lo había visto abierto. Así que he visto, larga sobre la acera, la cola de gente aguardando turno y ha pasado junto a mí una señora con un paquete galletas en la mano y en una bolsa, lo que parecía un bocadillo y una fruta. Me he estremecido porque, su aspecto no era el de una indigente. Modestamente bien arreglada. Podría ser mi madre.
Sin embargo no era por ellas, por protegerlas de los proxenetas, que estaba la calle cortada de lado a lado por policías y furgones. No. Era para encargarse de que se cumpliera una orden de desahucio contra «María» (hemos decidido llamarla así) y contra (solo puedo poner «contra») su hija de ocho años. Me ha costado contener las lágrimas. Viven desde hace seis años en una vivienda de protección oficial, pero hace año y medio vio fracasar su proyecto como autónoma y no tuvo derecho a paro ni ningún tipo de ayuda. Me ha contado que en diciembre decidió desenchufar la nevera porque no había nada dentro. Ahora trabaja dos días por semana con un contrato mercantil que no le da derecho a nada, en el que cobra exactamente lo mismo que le cuesta el alquiler: 350 euros. Ha acudido a asistentes sociales, abogados, ha solicitado por escrito en numerosas ocasiones una reducción del alquiler porque no puede pagarlo. Sin embargo, desde el cuarto mes sin pagar, la única respuesta obtenida fue una orden de desahucio que hoy se ejecutaba. No quería, como tantos miles de personas que han perdido todo, pasar además por la vergüenza de mostrar que la echan a la calle, pero después de hablar con unos amigos de Acampada Palma, se decidió a hacerlo para poder ser un ejemplo para el resto (se esperan cinco mil ejecuciones de desahucio solo en Palma los próximos meses). Quizá la vergüenza debieran tenerla en este caso el Ibavi y no llamar Protección Oficial a ésto. O los bancos que desahucian a los propietarios tras un largo acoso de llamadas a ellos, a sus trabajos, a sus familias con todo tipo de amenazas (siempre telefónicas porque son más difíciles de probar), a sus vecinos (compartir código postal les da derecho de que les informen de que has de acudir al Juzgado), los tachan de morosos y después, ya en la calle, siguen sin ver saldada su deuda. Quizá deberían sentir vergüenza los gobiernos que miran a otro lado y lo consienten.
Volvamos a María. Presentarán una nueva orden, pero será en uno o tres meses, después de reiniciado el proceso. Hemos ganado un poco más de tiempo. La he abrazado y he logrado convencerla de la importancia de hablar ante la prensa. Ella no quería para proteger todo lo que pudiera a su hija, a la que ha mandado estos días con una amiga para mantenerla alejada de todo esto. Le he dicho que sería sin cámaras, que vinieran las radios, la prensa escrita y finalmente, también ha dejado acceder a las televisiones con la condición de que no la filmaran directamente. Es importante poner, sino un rostro o un nombre, una persona detrás de todo esto para que el resto de personas afectadas puedan sentirse identificadas. No podéis imaginar lo hermosa que es esta mujer. No seríais capaz de sospechar que hoy se enfrentaba a un desahucio si hubierais coincidido con ella en la calle o en la puerta de un supermercado, igual que tampoco pensaríais que la señora con el paquete de galletas ha tenido que pedirlo a beneficencia.
hay un mundo nuevo en la barriga de este
se vende, se alquila, se embarga
Democracia Real Ya; es mucho más lo que nos une que lo que nos separa
el voto útil; vota en 5 pasos
allí sí hay monstruos y cosas raras
yo estuve ahí
Gracias. Sospecho que a partir de ahora, cada vez más tendremos esa sensación de cuando sales con la cara un poco blanca del cuarto de baño de un centro comercial y dices: "Acabo de cruzarme conmigo misma o… alguien muy muy parecido"
Otro buen post. Me encantas!