Las historias contagiosas


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No sería capaz de deciros cómo empecé a escribir porque escribir, es algo que me sucedió siempre. Vino a la par de la curiosidad y esas ganas mías de VER más que de mirar, lejos de saciarse, se multiplican a medida que veo y veo.

Lo que no esperaba, jamás (estáis todos locos), es que estas historias tan simples de lugares y personas simples, resultaran contagiosas.

Ayer, paseaba con Pere (que tiene nombre de fruta pero es persona) y Kary por las calles de Chueca y, como ibicencos que son, les hablaba de estos últimos apenas 5 días en Ibiza. Les decía que era incapaz de recordar con cuánta gente me había reunido o cuántos libros había firmado ¡Recién llegada y solo en 5 días! Pero, añadía, esto era solo de este último viaje de ahora.

Hay otros.

Viene gente de otras ciudades, de paso o no, para este pretexto maravilloso de «firmar» una primera página de uno de los libros que, solo porque no sé no contar historias, he escrito.

Una de las mujeres maravillosas con las que quedé a la puerta de una cafetería (cruzando los dedos para que lleve un libro en la mano con el que poder reconocernos) me dijo «¡Enviaste a tu hijo a Cuba…! ¡Ojalá fueras mi madre» Y bueno, no fue «exactamente» así, pero sí fue así. Y sonreí comprobando que en lugar del impulso de que deberían denunciarme a menores, percibía que lo que yo hacía poniendo un sello a mis hijos y enviándolos (o llevándolos) lejos, es ampliar su perspectiva que es lo mismo, LO JURO, que hacerles crecer.

Y así, Óscar, ahora en las montañas de California, cumplió 18 años entre Cuba y Dominicana y, como no tenía NADA en aquella jungla de ir en burro a buscar agua al río, de lavar la ropa en el río, de limpiarse el culo con una hoja, o tierra, y luego en el agua… Que de aquel maravilloso río, me trajera regalos:

Un caracol de Cuba, del que el pobre cangrejo ermitaño salió por patas al verlo; otro del campo dominicano. Una piedra recogida un 2 de febrero. También una moneda o un pequeño corazón de plástico. Como veis, tesoros.

Gracias, Óscar, por enseñarme cuánto se puede querer. Gracias, Ana, por ver la belleza en algo así.


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Acerca de Pilar Ruiz Costa

Me dedico a la Comunicación y a los eventos desde hace muchos, muchos años. Contadora de historias con todas las herramientas que la tecnología pone a mi alcance.

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