Me he inventado un juego cruel con mis amigos occidentales. Vamos en rickshaw, por ejemplo, y les digo: tú te vas a casar con la primera mujer que nos crucemos y vaya en bicicleta; tú te vas a casar con el primer hombre que nos crucemos y esté friendo.
Ése es. Como veis, despiadado. Trato de que entiendan por unos minutos qué es «que te casen». La realidad de los matrimonios concertados es aún peor. Lleva ingredientes más trágicos que el de no conocer «el que será para ti» ¡toda la vida! Pero para empezar, ya nos sirve…
Normalmente, cuando llegamos al que, sin saberlo, es nuestro futuro mujer o marido, pedaleando en burka cargando bidones de leche o friendo pakoras de sol a sol, la reacción es siempre la misma: «¡Uf…!»
Estamos en temporada de bodas y, con más o menos presupuesto, me cruzo con algunas casi a diario en las que, además, siendo occidental, fácilmente me involucran. Como que da nivel a una boda decir: «mira, no me gustó la mujer que me tocó como esposa, pero vinieron unos guiris e hicieron fotos.» El del caballo, deduzco, debe ser viudo.
Lleva un niño y además, es madurito. Me gustan mucho los dos. Él es amable y está pendiente del niño en todo momento y él, trata de estar a la altura y mantener el turbante como marcan los cánones.
Quién sabe y, a lo mejor (ojalá), hasta ya se conocen. Hasta, quizás, es uno de esos raros e incómodos «matrimonios por amor»…
Sólo puedo desear si, como casi siempre, no es el caso…. que les toque una buena mujer. Alguien que quiera a ese niño automáticamente (a mí, cada vez más, me pasa). Por favor, que él sea un buen tipo (lo parece) y la vea como un igual y además, se enamore perdidamente y cuide de ella toda la vida.
Ojalá Cupido lo haga de otro modo… pero lo haga.