Me encantan las mentes pensantes que ven «lo que puede ser» en lugar de lo que «es». Y eso es la creatividad. Y no es un don o al menos, no del todo.
En un viaje por la autopista 101, en noviembre, conocí a Cris y en aquellas largas horas en roulotte le enseñé los elementos básicos para hacer un retrato. También lo intenté en Benarés con Luis, que a pesar de ser ingeniero se empeñaba, como tantos, en que «no sabía dibujar».
Como si uno naciera con una tara que lo incapacite, como dos pies izquierdos y ya no puedes bailar y en cambio, solo por haber nacido en el Caribe, «llevas el ritmo dentro». No opino igual. En absoluto. Pero basta que tú te digas un: «No sé, no puedo, no sirvo» para que tú mismo escuches: «No sé, no puedo, no sirvo» ¿Y sabéis qué viene después? Que lo acabas creyendo.
Creo que por eso, me empeño en enseñar los elementos mínimos para hacer un retrato a CUALQUIERA que me dice que no sabe. Es que, en el fondo, (no se lo digáis, es un secreto entre nosotros), sé que eso abre la puerta a muchas más cosas. A querer aprender a bailar. O a bailar sin pensar si sabes o no… Por ejemplo.
Y me encanta quien ve una señal de tráfico, como este aviso de paso de cebra frente a mi puerta y ve todo lo que puede ser ¡Que es infinito! Y además ¡va y lo hace!
Me parece mucho más que creativo, que lo es. Me parece generoso.
Y sé (queda nuevamente entre nosotros) que también esas cosas se multiplican si las entrenas, si las haces útiles, si las usas: la creatividad, el ritmo y hasta la generosidad son regalos que quieren salirnos fuera, ¿No los oyes? Yo sí.
Y antes de que alguien me lo pida, SÍ, a quien quiera, le doy las pautas mínimas de hacer un retrato en el rato de compartir un vino. Que por cierto… Hay que ver lo que aumenta la creatividad el vino.
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