Hefesto era, según la mitología, desagradable físicamente. Tanto así, que al verlo su madre, Hera, le pareció tan feo que lo tiró lejos del Olimpo, lo cual le provocó una cojera.
No iba, pues, a ser fácil convencer a la bella Atenea (por quien debe su nombre la ciudad de Atenas) para mantener relaciones sexuales con ella. Así, intentó violarla, pero el semen se le escurrió por su pierna hasta Gea, La Tierra, siendo esta la que fecundara a Erictonio; «nacido de la Tierra». ¡Pero el pequeño bebé era horrible! En lugar de piernas, tenía cola de serpiente. Atenea se apiadó de él, lo ocultó en una canasta y encomendó a las hijas del rey Cécrope que criaran a Erictonio con instrucciones bien precisas: nunca debían asomarse al interior de la canasta.
Pero las tres mujeres no pudieron resistir la curiosidad y al ver al pequeño monstruo huyeron.
Entonces un cuervo voló hasta donde estaba Atenea, construyendo por aquel entonces la Acrópolis a contarle los chismes. La diosa quedó tan impactada que la inmensa roca que transportaba para la construcción de la Acrópolis, que esperaba que tocara el cielo, se le cayó, dando lugar a la aparición del monte Licabeto.
Es este el punto más alto de Atenas y, en su cima, uno encuentra las mejores vistas de la ciudad rodeando el enclave, y además, la mínima capilla de San Jorge.