Ha vuelto a pasar. Me acaba de llamar una periodista. Me ha contado que leyó un artículo mío que le impactó hace años, tanto, que me escribió. Es cierto. Recuerdo aquel mensaje suyo (precioso) de entonces.
Pero ahora, al volver a encontrarse con él entre muchos otros en un libro, ha pedido mi teléfono. Me ha dicho tantas cosas maravillosas percibidas en las páginas de un libro pequeñito, humilde en forma y contenido, que me cuesta contener la emoción en este cuerpo aún más pequeñito.
Es que, sé que lo digo con frecuencia, pero ¡me enviáis mensajes tan preciosos, tan seguidos que, no me da tiempo a recuperarme…! Pero lo que quería esta periodista ahora, es mi permiso para publicar ese artículo en un especial este fin de semana junto a una entrevista y, si os parece «increíble», dejadme seguir.
Es porque «mis palabras pueden ayudar a mucha gente.» Y que, ¿cómo se hace, en este punto, para no romper a llorar? ¡De alegría, vaya que sí! Pero… llorar.