Mi servilleta


mi servilleta, otro Post Data, No existen amores imposiblesEstaba el otro día con un amigo arreglando el mundo entre vinos en la terraza de un bar, bajo el sol de Madrid. Tengo que decir que he observado que, a ambos, el mundo de puertas afuera nos interesa bastante menos que el interior: nuestros sentimientos y sensaciones y los de quienes nos rodean. 

 

Y tras dar un amplio repaso a fulanito y menganita y cualquier otro protagonista de las «noticias locales», nos quedamos enfrascados OTRA VEZ en una discusión sobre la relación de una pareja cercana que arrastran una crisis.

Nada grave, pero que ya se extendía demasiado en el tiempo. Y lo que empezó en simple interés, acabó en un entretenido debate.

Él enfocaba todos sus esfuerzos en realizar la autopsia a una historia que, según él, urgía dar por muerta y yo, con mi post de Kintusgi recién publicado, obviamente no. Mi gesto era el emoticono de corazones en los ojos y, de algún modo, con la perspectiva mucho más amplia, me parecía que los «problemas» que los mantenían distanciados eran una mierda pinchada en un palo en el conjunto de todo lo que les había unido durante tanto tiempo y especialmente, por el amor que iban derramando por la calle, tanto el uno como la otra al caminar.

Él enumeraba puntualmente algunos de los últimos desencuentros y especialmente condenaba a nuestro amigo y lo sentía merecedor de que ella «lo olvidara, lo cambiara YA, HOY, AHORA, URGENTEMENTE por alguien ‘mejor’ y pasara página y cerrara ese libro». Un libro en el que para mí… aún quedaban capítulos y capítulos de aventuras por vivir.

Entonces mi amigo, viendo que yo no atendía a razones, tomó una de las servilletas del servilletero metálico que había sobre la mesa entre platitos de aceitunas, botellines y copas de Rueda. Localizó un hueco seco de la mesa, desdobló la servilleta de papel y la extendió alisándola con el dorso de la mano:

-Esto es el amor, ¿ves? -me dijo- Blanco, perfecto. 

Yo miraba la metáfora con sumo interés y aprovechaba para generar nueva saliva dando un sorbo a mi vino.

-Pues puede que les haya pasado sólo «esto» -dijo mientras hundía un dedo en la servilleta– Y después «ésto». Y después «ésto»…

Continuaba mientras dispersaba hoyos en la servilleta y al momento, ya crecido, tomó la servilleta y la vapuleó y la hizo una bola arrugada que lanzó y rodó sobre la mesa.

-¡Ya no es blanca, ni perfecta! ¿En serio querrías aún un amor así? 

mi servilleta, otro Post Data, bola de papel

Y deshizo la bola para mostrarme un cuadrado de papel reciclado de aspecto vulnerable y yo, con los corazones de mi emoticono saltando chispas de amor le grité que «¡Sí, sí, claro que sí!»

Mientras tomé la pobre servilleta y la abracé porque en aquel momento se había convertido por arte de la alquimia en todos los corazones rotos del mundo. Los que lloran ahora, pero también todos los que lloraron y todos los que llorarán alguna vez.

-¡Me has puesto el mejor ejemplo del mundo! -le grité (porque había hecho saliva de sobra durante su exposición)- Mira el resto de las servilletas: son todas iguales ¡son todas iguales! Son todas la misma. Al principio blancas y lisas ¡todas! Pero sólo son así hasta que alguien las toca. Es inevitable que una vez la uses, se moje, se arrugue o se agujeree. Pero esta es mi… ¡nuestra servilleta! Y la quiero, la quiero, decía yo mientras la mecía como a un bebé.

No quiero una relación mientras se mantiene impoluta y perfecta, ¿qué es la perfección? Al amor le irán pasando cosas: buenas, regulares y alguna dolorosa, pero cada nueva arruga me indicará que la anterior ya pasó y cada nueva experiencia ¡montañas de buenas! y alguna chiquitita mala, no harán más que conformar eso que es «nuestro amor», «nuestra historia». Y además, en el camino, las herramientas para superar cualquier bache en ésto- dije señalándome al corazón- nos sirven para afrontar cualquier otro problema que nos surja en la vida.

Mi amigo bebía mientras me miraba con ternura.

-Es tan fácil querer a alguien cuando todo es blanco y liso, ¿verdad? -Le pregunté. Aquí sí asintió- Pero, ¿quedarse cuando algo decepciona, molesta, duele…? Y creo… No, ¡Sé! Que sólo es amor de verdad cuando te quedas en la tormenta.

No diré que me diera la razón, porque no lo hizo. Lo que me dio es como caso perdido e hicimos lo que teníamos que hacer que era brindar por nosotros, por el aquí y el ahora.


El Lolina Vintage Café, en Malasaña, esconde entre los cajones de sus muebles reciclados historias manuscritas que los clientes van regalando a quien las quiera leer. Estas son algunas de sus servilletas, quizá hechas polvo… pero con historias detrás e historias delante, porque a veces, tal vez… quien las lee se convierte en partícipe y ese mensaje encontrado por casualidad, cambia algo dentro de su vida. Lo sé, lo sé… continúo con el emoticono de corazones… Mi amigo (en eso), tenía razón: un caso perdido.

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Acerca de Pilar Ruiz Costa

Me dedico a la Comunicación y a los eventos desde hace muchos, muchos años. Contadora de historias con todas las herramientas que la tecnología pone a mi alcance.

otro Post Data, el blog de Pilar Ruiz Costa


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