Me he auto impuesto el título de Embajadora de Ibiza por donde quiera que voy porque de pocas cosas presumo más y, ya veis, tiene mucho de azar el asunto…
Luego, lo de querer un lugar (y lo de querer a un alguien también) tiene mucho trabajo añadido. Hay mucha cabeza en los asuntos del corazón aunque no lo parezca (que el amor bueno no va solo de un corazón que late, que no hay que tenerle miedo a la cabeza, sino regarla de AMOR). Y por supuesto, me refiero a querer de verdad, A LO GRANDE, en todo, a duras y maduras porque, querer de otro modo, no es que sea de flojitos… Es que es no querer.
Y este curioso idilio mío con mi isla blanca de todos los colores, de idas y venidas, de aquí pero desde fuera, toma ahora un formato de privilegio. Tengo el orgullo de empezar un proyecto escribiendo de Ibiza del que, en nada, os doy todos los detalles ¡CON TODO LO QUE HE CONTADO YA! Pero ya podéis sospechar que me quedan no mil, ni un millón, sino infinitas historias.
P.D. Sí, vaya que se puede vivir de contar historias.
otro P.D. Trotamundos, comunicando y organizando eventos desde que perdí el uso de razón.