La primera vez que me pidieron participar en un «Taller de Comunicación para mujeres», era para un amplio grupo con diferentes crisis: nido vacío (cuando los hijos se van de casa y te preguntas «y ahora qué»), edad (y te preguntas si estás dónde querías estar, os adelanto que la respuesta siempre es «no»), edad y trabajo (como antes pero elevado al cubo) o, la mayoría, rupturas.
La cuestión es que el tipo que me contactó me dijo que yo sé «muchísimo sobre la materia». Debí contestarle: «¿Pero tú eres imbécil? ¿De crisis de edad y abandonos varios?»
Pero en lugar de eso, le dije que sí (estoy llevando lo de ser facilona a otro nivel) y al final, hasta he acabado publicando un libro que no «iba» sobre nada en particular y al verlo luego, juntando páginas, he visto que sí, que sí, que vaya que es un retrato sobre las crisis. No «de las mujeres», sino en este caso, desde la perspectiva de muchas mujeres: la mía primero, y después las de otras varias con las que fui compartiendo en el camino. Casualidad (o no), pero sí eran casi siempre mujeres.
¿Significa esto qué es un libro «para mujeres»? ¡Por favor, no! Quizá sea solo que nosotras nos juntamos más en los momentos duros. Quizá sea que nosotras somos más rápidas pidiendo y hasta ofreciendo ayuda… A saber.
Pero en realidad lo que quería contar es que el tipo del taller no se conformó con venderme como alguien que «sabe mucho de todo esto de las crisis personales», sino que fue el primero que tuvo la osadía de presentarme como «Carrie Bradshaw a la española». Ahí es nada… Que daban ganas de darle una colleja con la mano abierta.
Lo leo ahora, en Canarias Cultura (allí encontraréis la reseña completa) y me doy cuenta del por qué y (se ve que cada vez me quedan menos crisis en el cuerpo) hasta me he reconciliado y en el contexto me parece un símil soberbio. Eso sí, muy muy made in Spain.
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