Hay días en que amaneces con sensación a resaca. No tiene nada que ver con el alcohol ni con la marejada. Es el mundo que se mueve por dentro y necesitas parar, parar, parar.
Resaca de letras y de proyectos, porque en mi caso al menos, las resacas van ligadas al éxito y se acompañan frecuentemente de una ligera afonía (suerte del árbol de té que siempre viaja conmigo) y con dolor de pies de ese de «estos tacones me están matando».
¡Que no es una resaca mala!
Que viene con el montón de amigos que hace tiempo que no ves y con la satisfacción (ancha) del «Esto nos ha salido que te cagas». Viene con el: «¿A cuántos proyectos nuevos les he dicho que sí» y ya a solas, con afonía y dolor de pies (y sin desmaquillar) te dices: «Pues claro que puedo».
Hay días en que amaneces con sensación a resaca y no, no tiene nada que ver con el alcohol ni con la marejada.
Es el mundo que se mueve por dentro y todo lo que necesitas por dentro (y muy poco rato) es parar, parar, parar.
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