Keep calm and fall in love


To fall in love

Cuando tuve el privilegio de ser testigo en la boda de una amiga, tuve un momento de clarividencia. La boda se celebraba en un Registro Civil, más que aséptico, triste. Entraban y salían parejas con parientes de todos los tamaños y exentos de entusiasmo alguno.

Estaba claro que aquellos matrimonios eran una pura formalidad, un trámite y no un acto romántico para ninguno. De hecho, nosotros, «rematamos la faena»  yendo a comer a un chino al lado.

Pero dejadme volver. No fue allí, en el hall aguardando turno junto al control de seguridad, sino en la mismísima sala de ceremonias cuando mi cabeza hizo click.

Había unas cuantas filas de asientos, unidos los unos a los otros, como en el cine, pero los protagonistas de la ceremonia: novios y testigos, nos sentábamos en la primera fila que estaba curiosa (y a mi parecer también peligrosamente) suspendida en el borde de un escalón. Un precipicio y no más de 4 tornillos marcaban la diferencia de que se (y «nos») sostuvieran… o no.

-Acabo de entender porqué los ingleses dicen «to fall in love«- Le susurré a mi amiga que, se partió de risa y se sentó para decir: «Sí, quiero.»

¡To fall in love (caer en amor)! Estaba claro: uno cae rendido, cae malherido, cae muerto… Y «cae en amor». En todas ellas, observad que el caído es siempre una víctima de fuerzas externas.

De hecho, ahí me cuadraron las similitudes que algunos defienden entre las fuerzas gravitatorias -el fenómeno natural por el cual los cuerpos físicos parecen atraerse entre sí con una fuerza proporcional a sus masas- y el amor. Uno cae, literal e irremediablemente presa de una atracción, sin que pueda oponer resistencia, sobre el cuerpo del ser amado o, al menos… reconozcamos que lo intenta.

Ley de la Gravitación Universal de Newton

Donde

F es la fuerza ejercida entre ambos cuerpos, y su dirección se encuentra en el eje que los une

y G es la constante de gravitación universalEs decir, cuanto más masivos sean los cuerpos y más cercanos se encuentren, con mayor fuerza se atraerán

No me hagáis hacer chistes al respecto, ¿vale?

 

 

¿Por qué no tengo novia?

El profesor Peter Backus, con mucho tiempo libre y pocas citas, decidió dar una explicación científica al hecho, probablemente insignificante para el resto de la humanidad, de si había una candidata óptima para él a través de un trabajo titulado «¿Por qué no tengo novia?» que alcanzó la fama en 2010.

Lo hizo con una curiosa adaptación de la ecuación formulada por el astrónomo Frank Drake, quien la propuso para calcular el número de posibles civilizaciones de la Vía Láctea susceptibles de ponerse en contacto con nosotros, los terrícolas.

 

Ecuación de Drake:

N = R* x fs x fp x ne x fl x fi x fc x L

Donde

R* es el número anual de formación de nuevas estrellas en la galaxia
fp es la fracción de esas estrellas que tienen planetas orbitando a su alrededor
ne es el número de esos planetas situados en la ecosfera capaces de albergar vida, es decir: las órbitas cuya distancia a la estrella no sea tan próxima como para ser demasiado calientes, ni tan lejana como para ser demasiado frías
fl es la fracción de esos planetas en los que se desarrolla la vida
fi es la fracción de esos planetas en los que se ha desarrollado vida inteligente
fc es la fracción de esos planetas en los que los seres inteligentes han desarrollado una tecnología  capaz de comunicarse con otros mundos
L es el lapso de vida en que una civilización inteligente y comunicativa puede existir

 

Volvamos al soltero Backus. Para él las estrellas orbitando eran las posibles mujeres y el universo… Reino Unido. Las demás, eran casi, de otra galaxia. Así, su ecuación acabó en:

Ecuación de Drake, versión Backus:

P * x fx fx fx fx fB

Donde

G es el número de parejas potenciales
P  es la población del Reino Unido
fW es la fracción de la población que son mujeres
fes la fracción de mujeres que viven en Londres
fA es la fracción de mujeres que tienen una edad apropiada
fes la fracción que tiene estudios universitarios
fB es la fracción de mujeres que encuentro físicamente atractivas

Lamentablemente, aún en este punto hay que tener en cuenta otros 2 factores: El tiempo durante los cuales Backus calcula que estará vivo y, las posibles parejas que puedan encontrarle recíprocamente atractivo.

Finalmente, las posibilidades de Backus de entre 285.000 mujeres, quedaron reducidas a 26 candidatas. Desesperanzador, ¿verdad? Antes de que os lancéis al cajón de pastillas dejadme contaros una buena noticia: ¡Se casó en 2016!

 

 

Cuándo sabré que he de elegir o ¿cuántos peces hay en el mar?

Pero, reconozcamos que, incluso, aunque contáramos con nuestros 26 candidatos frente a frente, todos en fila india (y por si acaso, no los sentéis en la sala de ceremonias del Registro Civil). Aún así, ¿cómo saber que elegimos a la persona correcta cuando elegimos?

Si incluso hemos sentido esa fuerza gravitacional que pensábamos que sí, ¡que todo parecía indicar que sí…! Pero luego fue que no, y todo parece un sinfín de posibilidades que abarcan del: estar solo, a estar en una constante de relaciones fallidas…

¿Puede la física, nuevamente, ayudarnos a resolver semejante embrollo? Parece que sí y aquí, voy con otra de mis teorías más favoritas. Os adelanto que, en esta ocasión también es sacada de la naturaleza, pero no del núcleo de éste ni de ningún otro planeta, sino del comportamiento observado en algunos peces y, en concreto: en sus exitosas estrategias de apareamiento.

Se trata de la Teoría de la parada óptima, que defiende la matemática Hannah Fry, también conocida como Teoría de la decisión y, apunta, que nos sirve para tomar casi cualquier decisión en la vida.

 

Teoría de la parada óptima

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donde

‘r’ es cada posible candidato

y ‘n’ todos los candidatos posibles

La teoría aplicada a esta ecuación es que si, por ejemplo, estimas que tienes la opción de salir con 20 personas a lo largo de toda tu vida, debes rechazar a los 8 primeros, SIN MIRAMIENTOS.

Porque, las probabilidades de que entre ellos se halle tu media mandarina son de un mísero 39,87%, frente al 60,13% de que se encuentre entre los siguientes.

En realidad, esta teoría también se conoce como «Regla del 37%» porque, con las matemáticas en la mano (y el corazón en un bolsillo), si pudieras salir con un número infinito de amantes, deberías rechazar a los primeros 37%, para llegar al punto óptimo de parada o, estrategia de éxito.

De hecho, este 37% de pretendientes fallidos, apenas han de servirte para formar lo que en estadística se conoce como «muestra», y de paso, para experimentar y hasta divertirte. Ahora, con las calabazas sobre la mesa, la estrategia de Fry determina que has de quedarte con exactamente la primera persona que supere a cualquiera del muestreo anterior. Como suena.

La propia autora del estudio afirma que hay varios riesgos latentes en la teoría. La primera, es que el amor de tu vida se encontrara entre el primer grupo que descartaste y, por lo tanto, jamás de los jamases ninguno de los siguientes lo mejore en recursos.

La otra, es que en el primer grupo ¡cosas de la vida! Estuvieran verdaderas patatas humanas con las que, el primer candidato que aparezca en el segundo grupo, sea catalogado como «mejor» -y te lo quedes de por vida-, cuando lo justo sería decir que, simplemente… era «menos peor».

A fin de cuentas, las matemáticas, como la ciencia, hablan de estudios basados en hechos probados… pero nunca jamás pudieran razonar las mariposas en el estómago que están por llegar. De todos modos, de nuevo, antes de que os lancéis al cajón de pastillas, dejadme deciros que Hannah Fry está felizmente casada con su candidato 38%, fiel a sus números y sus principios.

 

 

¡Lo encontré! Y ahora… ¿qué?

John Gottman, es un psicólogo y creador del «Love lab» (Laboratorio del Amor) en la Universidad de Whashington en el que creó un sistema por el que, observando parejas con las más minuciosas preguntas y conductas, llegó a ser capaz de predecir, con un 90% de probabilidades, cuántas acabarían en divorcio.

Sin embargo, no fue hasta que se alió con James Murray, cuando estos datos pudieron encontrar explicación científica. Murray, además de matemático, era un experto en carrera armamentística y, de nuevo, como sucede con el amor y la gravedad; las similitudes entre los conflictos latentes entre naciones, o miembros de una pareja, resultaron asombrosas.

Estos datos están disponibles para cualquier pareja que quiera pasar por el Laboratorio del amor, previo pago de 4.500 dólares, pero ¿quién le pone precio al amor, verdad?

Mientras, sus sabios consejos -más generales- se detallan en el best seller «Los cuatro jinetes del apocalipsis» y que, a modo de resumen serían:

 

1 Las críticas destructivas

2 La actitud defensiva

3 El desprecio

4 El encierro o actitud evasiva

 

Si todas. o varias de ellas, empiezan a presentarse en tu casa sin que las hayas invitado a cenar, ve buscando un abogado.

Los estudios de Murray tiraban por la borda la extendida teoría de que «pelillos a la mar», lo mejor para una pareja era «dejar pasar las menudencias» y enfrentarse únicamente cuando se trata de un asunto importante.

Así pues, con las matemáticas (y la experiencia en crisis armamentaria) en la mano, las probabilidades de que una pareja se consolide, radican en discutir cada tema por mínimo que este sea, antes de que acabe terminando en una guerra imposible de contener. ¡Hasta está en la letra pequeña de las iglesias! «El que tenga algo que decir, que hable ahora o calle para siempre.»

 

 

Y ahora que ya sé lo que no,  por favor, ¿qué es lo que sí?

Dentro de las muchas teorías expresadas sobre los ingredientes que conforman un amor perfecto: atracción, admiración, deseo sexual, confianza… me sigue pareciendo perfecta, por lo simple, la Teoría triangular del amor, de Sternberg. Tanto, que ya le dediqué un post tiempo ha, pero que os resumo nuevamente.

Teoría triangular del amor

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La intimidad trata de la conexión que se siente, del vínculo que se crea y de la autorrevelación que no es otra cosa que esa confianza que nos permite estar desnudos, ser transparentes delante del otro.

La pasión habla del deseo intenso de unión con el otro. Deseo sexual, por supuesto, pero también afectivo, sensual e intelectual.

Hasta aquí, estos vértices nacían de los sentimientos…

Luego está el compromiso, que tiene que ver con la decisión de amar a esa otra persona y construir y mantener esa relación en los buenos y malos momentos.

Si bien la intimidad y la pasión surgen de los sentimientos o lo que es lo mismo, parece que no tengamos elección sobre ellos, muy al contrario, el compromiso solo es posible fruto de la elección personal que hacemos.

Y esta, amigos, es la fórmula inequívoca:

Para que el amor perdure en el tiempo, hacen falta sentimientos, pero también una decisión personal.

 


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Acerca de Pilar Ruiz Costa

Me dedico a la Comunicación y a los eventos desde hace muchos, muchos años. Contadora de historias con todas las herramientas que la tecnología pone a mi alcance.

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