el (maravilloso) cambio de la guardia en Atenas


cambio de la guardia Atenas, otro Post Data

Ayer dejé Atenas y me quedaba por compartir con vosotros lo que más me ha impresionado.

¡Si me llegan a decir que me iba a enganchar a un cambio de guardia! Aún me estaría riendo ¿yo? ¡Con lo que soy! Pero esta guardia del Parlamento griego tiene algo hipnótico.

¿Recordáis al macizo, el día que llegue al hostel? Salimos juntos pero él se iba a ver el Parlamento y le dije que hasta luego muy buenas y yo me fui, como procede en una recién llegada, a la Acrópolis.


A la mañana siguiente, sin él, fui a Syntagma. Después me quedaría mirando fijamente a los ojos a un desconocido.

Había esterillas en el suelo y allí, un guapo y un feo y entre ellos, un cartel: «mirémonos a los ojos durante 2 minutos para entender todo lo que es importante». Me pedí al feo y pasó lo que tenía que pasar: tras no 2, sino muchos más minutos, aquellos ojos celestes eran todo paz y bondad y no era capaz de encontrar nada feo en aquel rostro que los enmarcaba.

Pero eso fue después, aquella primera mañana de descubrir la guardia, apenas dos ¿soldados? ataviados con falda corta y bajo una especie de caseta de playa con toldo que me pareció de lo más cutre. Me acerqué y tenían una quietud solemne. Todo su gesto mostraba orgullo. Un orgullo más grande que ellos, era de pertenencia a un país, a una cultura.

Me quedé un buen rato y con los días, fui volviendo. Me hice con un «mi lugar» y hasta el militar (de verdad, de los de camuflaje) que los custodia, se solidarizó conmigo y cuando, tras una hora sentada en el suelo bajo aquel sol griego se acercaban, ahora sí, a la hora en punto, piaras de turistas, aquel hombre de gesto hosco, con un grito los echaba, y a mí, me sonreía. Creo que más que apiadarse de mí, sabía que yo sí veía lo que ven ellos…

Os iba a contar un rollo histórico, de la ocupación otomana, de la guerra de la independencia, de los armatoles y los kleftes (que bien sabéis que yo me lo curro), pero no.

Prefiero de largo hablaros de su aspecto andrógino, del ritmo pausado, de la cadencia de los movimientos equinos. También de la sensualidad con la que un militar (de verdad) les coloca los pliegues o les alinea la borla.

Hay mucho más que sólo se ve si les miras a los ojos…


Entradas relacionadas

 


 

Acerca de Pilar Ruiz Costa

Me dedico a la Comunicación y a los eventos desde hace muchos, muchos años. Contadora de historias con todas las herramientas que la tecnología pone a mi alcance.

otro Post Data, el blog de Pilar Ruiz Costa


Antes de suscribirte es importante que conozcas nuestra POLÍTICA DE PRIVACIDAD

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.