Me ha sorprendido en la calle una batalla campal, una guerra civil, una lucha cruenta, despiadada… Y absolutamente desordenada. Todos contra todos. Las víctimas caían a decenas delante de mis ojos en charcos de agua sin que pudiera hacer nada para salvarlos.
Es más. Reconozco que he huido, que he abandonado a algunos heridos anteponiendo mi integridad física y, sobre todo, mis zapatos.
Soy una cobarde…
Por supuesto, en cuanto he llegado a casa he encendido los televisores y las radios esperando ver los helicópteros, los anuncios de que no saliéramos, de que estábamos en alerta amarilla, naranja, roja… De que el Apocalipsis había llegado. Pero nada. Solo hablaban de un mundial que se celebra en Rusia y de no se qué primarias en Génova. Así pues, os aviso desde aquí: ¡mayday, mayday! No salgáis o, al menos, si tenéis que bajar la basura, o a por pan… Hacedlo armados. Es por vuestro bien.
«Verdad que sería estupendo
que las bombas fueran globos de chicle.
Que las sirenas fueran peces con cuerpo de mujer
y las granadas una clase de fruta.
Que alarma fuera un grupo de rock and roll
y que la pólvora fuera para hacer fuegos artificiales,
y que los «persing» fueran esa marca de rotulador
con los que tu siempre pintas mi corazón,
con los que yo siempre pinto tu corazón.»
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