Aunque el 90% de la población de Indonesia es musulmana, se da la paradoja de que en Bali, el 90% es hinduista. Un hinduismo que poco tiene que ver con el de India, pero eso sí, igual de cargado de rituales, ceremonias y supersticiones.
Lo primero que llama la atención al viajero son las incontables cestitas que desde el amanecer se reparten como ofrendas por dentro y fuera de las casas, con comida, alguna moneda y humeante incienso. Las coloridas ceremonias de bienvenida y despedida de los vivos, según aconsejen los astros. La curiosa ceremonia de entierro de la placenta y aún más, la de limado de dientes al llegar la adolescencia para que estos (insensatos) dejen atrás los instintos salvajes y pecadores propios de la edad.
Y otra muestra que no deja impasible al visitante son estas figuras, estas estatuas de aspecto terrorífico que se ubican en la entrada y en las esquinas de las casas, precisamente para asustar a los malos espíritus y que no osen entrar.
Porque tenemos idealizados a los demonios y sus tentaciones y el viajar te enseña que, en el fondo… son unos cobardes de mierda.
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