He amanecido con un largo mensaje de audio de Jesús, mi amigo mexicano en Nueva York. Uno de mis amigos más «antiguos». Alguien a quien quiero más montañas de las que cabrían desde aquí a Nueva York.
La cuestión es que los tiempos cambian que es una barbaridad y me envía un audio cuando antes me habría llamado sin piedad fuera la hora que fuera. Sin importar si acaso estaré compartiendo cama con algún hombre guapo y bueno.
Si duerme en el lado izquierdo de mi cama, bien sabrá que puedo recibir llamadas de madrugada solo porque algún amigo se acordó de mí… Fijaos si han cambiado los tiempos que hasta le escucho contar con los dedos, calculando qué hora será aquí. «Apenas medianoche, aún te podría llamar, ¿estarás durmiendo?» Me dice este hombre hablando solo.
Y me cuenta muchas cosas que dan fe que hace tiempo que no hablamos, pero que me lee, aquí y allá. Como siempre: me lee.
Y me habla de mis éxitos en forma de 2 libros publicados y que ya cumplí otro de mis sueños ¡aunque no conoce a nadie con más sueños! Y añade, que aún tiene mis libros en el apartamento de Nueva York.
Porque yo intenté publicar libros (no estos publicados ahora, sino otros) y además, por aquellas cosas de la vida no en España, sino en Nueva York. Y me reuní con la editora que más admiraba.
Y adapté el formato de los manuscritos al de los gringos (que vale, conducen por la derecha, pero en el resto me vuelven loca sin saber lo que es un Kilo o un Dina4) y quedó pendiente por mi parte entregarles otro traducido.
Porque estos gringos publican en español pero también necesitan pre-leer en inglés. Y así todos aquellos montones de páginas, junto con una novela por escribir (que escrita entera en mi cabeza), quedaron varadas en un apartamento de Brooklyn que, según me cuenta Jesús, apenas voy a reconocer de tanto como ha crecido en vertical ahora que en horizontal ya no quedaba espacio.
Y una mañana, paseando por Queens, un hombre me paró y me tocó la mano y al hacerlo, ¡Ay! Dijo que tengo todos los colores dentro de mí. Y que volvería a Nueva York, por mis libros… Y sé que tiene toda la razón.