Cuando me preguntan sobre los viajes: «¿Y si te enfermas?» Contesto: «¡Cada vez!» De hecho, si lo pienso… Aquí nunca enfermo, pero cuando voy allí o allá ¡vaya desastres! La última vez volví con 10 kilos menos de 3 meses de India y eso, para mi cuerpo flaco, es mucho.
Pero estaba a punto de irme a India ¡y en monzones! Y Antonia que trabajaba en mi oficina (era la responsable de recursos humanos de tanta y tanta gente como tenía trabajando conmigo por aquel entonces) me pidió hablar conmigo y cerró la puerta de mi despacho. El asunto era serio. Me dijo que sabía que ya nunca tendría la oportunidad de hacer un viaje así (es decir: tenía más de 50 y no tenía pareja) y me pedía si podía acompañarme. Yo iba a irme sola y por supuesto le dije que sí.
Iba por muchas cosas, pero sobre todo porque había contactado con un taller en Udaipur (la ciudad de los lagos) que me iba a confeccionar el vestuario para cien personas y todo lo necesario para la escenografía de un espectáculo que estaba preparando aquí. La compañía de Antonia era más que bienvenida.
Pero en Udaipur enfermé y mucho. El dueño del hotel Baba (al que conocía de otro viaje) me encontró desmayada cuando iba a pedir ayuda a recepción y de madrugada nos llevó en su coche, en pijama, a algo parecido a un hospital, solo que no había de nada. Ni puertas. Solo que el médico no hablaba inglés y además no me tocaba porque era mujer y yo, en aquella camilla, con esa sensación de que el mundo termina, trataba de que una cabra indiscreta que pululaba alrededor no me mordiera.
Y después enfermó Antonia ¡y yo me sentía tan responsable de ella…! Y los monzones dejaban las calles desaparecidas bajo ríos que desbordaban llevando la MIERDA acumulada de todo el año y todo eran mosquitos y mosquitos y más mosquitos y Antonia y yo hacíamos de aquella letrina turnos para sacar todo lo que nos explotaba por dentro.
Terminaron mis trajes, mis telas, lo prepararon en inmensos sacos y decidimos huir en el primer vuelo a cualquier lugar civilizado. Se lo debía. Y así llegamos a Londres, flacas, feas y portando sacos cubiertos de mugre, pero una vez allí… Decidimos quedarnos. Aunque esa, es otra historia…